Cuando nadie le veía, solía encontrarse a solas consigo mismo, para saberse acompañado.
Cuando nadie le oía, tenía la costumbre de pararse a escuchar su propia voz, para comprenderse mejor.
Cuando nadie le sentía, gustaba de ponerse en su misma piel, para sentirse vivo.
Cuando el tiempo pasó y todos le olvidaron…
No… En realidad así no sigue el cuento, porque nadie consiguió olvidarle.
Al dedicarse tiempo a él mismo, a cuidarse como quien cuida de sus seres queridos, consiguió, finalmente, entregarse del todo al resto.
Y ese amor es imposible de borrar de la memoria.
Este es el cuento de hoy: una historia tan simple que, por desgracia, se está convirtiendo en pura ficción, tan ocupados andamos pensando en cien mil cosas que, en realidad, no son tan importantes.
Esa es la tragedia: que la vida sencilla se convierte en ficción; que nos empeñamos en cuidar, querer y ayudar al resto sin atrevernos a cuidarnos, querernos y ayudarnos primero a nosotros mismos.
Al contrario que el protagonista del cuento de hoy, nos empeñamos en ser antihéroes.
Pero aún hay tiempo para ponernos la capa y echar a volar. Piensa en esto:
Cuando nos atrevemos a amarnos, cuando la realidad la pintamos con nuestro color preferido, cuando, sin olvidarnos del resto, nos comprometemos a acordarnos siempre de nosotros, entonces y solo entonces, se produce la magia.
¿Te atreves a ser el protagonista del cuento de mañana?
Esteban García Valdivia (Emotiva CPC)
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