Hoy nos gustaría hablar con vosotros sobre una dificultad de aprendizaje de la que cada día oímos hablar más: la dislexia, para poder así aclarar algunas dudas y cuestiones que todos nos planteamos cuando este término sale a relucir.
En primer lugar, debemos plantearnos qué es exactamente la dislexia.
Si nos ceñimos literalmente en la definición dada por la Asociación de Dislexia y Familia (“DISFAM”) sería: “Trastorno del aprendizaje, de la lectoescritura, de carácter persistente y específico y que se da en niños que no presentan ningún hándicap físico, psíquico o sociocultural, cuyo origen parece derivar de una alteración del neurodesarrollo”.
Sin asustarnos ante las definiciones, deberemos entender en primer lugar que la dislexia es una condición con base en el cerebro: dificulta la lectura, la ortografía, la escritura y a veces el habla. Los cerebros de las personas con dislexia tienen una dificultad mayor para reconocer o procesar alguna información.
Hay, sin embargo, personas que padecen dislexia que no tienen problema en pronunciar o “decodificar” palabras, pero sí podrían pelearse con ellos mismos y sus cerebros para entender lo que leen. Esto les lleva a tener serias dificultades para leer de forma automática o lo que otras personas parecen hacer sin esfuerzo.
Para ver de forma más clara las características de la dislexia, las vamos a organizar con este esquema:
- Dificultad para asociar los sonidos con las letras y las letras con los sonidos.
- Confusión cuando se pronuncian palabras y frases.
- Dificultad para leer en voz alta, con el tono apropiado y agrupando las palabras y las frases correctamente.
- Dificultad para “pronunciar” palabras no familiares.
- Dificultad para escribir o copiar letras, números y símbolos en el orden correcto.
- Dificultad para rimar.
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A continuación, nos gustaría compartir con vosotros consejos que van a permitir que nuestro niño sepa que nos interesamos por él y por lo que le pasa, así como que estamos ayudándole:
– Le daremos siempre que sea posible la atención individualizada que podamos: el niño tiene que saber que puede preguntar todo aquello que no comprenda y en cada momento que lo necesite sin que sienta ningún tipo de miedo por hacerlo.
– Toda aquella información que sea nueva deberemos repetirla más de una vez (por el problema de distracción, memoria a corto plazo o capacidad de atención que tienen).
– Le ayudaremos a que sea capaz de relacionar conceptos nuevos con experiencias previas.
– Igual de fundamental e importante: le daremos el tiempo necesario para respetar su ritmo de trabajo y así poder organizar sus pensamientos y que pueda terminar su trabajo.
– Si por otro lado el niño obtiene información o práctica, deberá hacerlo en libros que se correspondan a su nivel de aptitud lectora. No olvidemos que cada tiempo y fase tiene su aptitud y su ritmo.
– Deberemos evitar corregir sistemáticamente cada vez que cometa un error en su escritura.
– Reforzar su trabajo con observaciones positivas. Eso no quiere decir que no tengamos que señalarle todos aquello que deba mejorar y que esté más a su alcance, pero elogiarlos y alentarlos va a ser un motor fundamental.
– Importantísimo que seamos conscientes de la necesidad de desarrollar la autoestima en estos niños.
– Para potenciar su autoestima sería muy bueno encontrar algún punto en el que el niño sea especialmente bueno para que a través del estímulo y el éxito fomentemos esa autoestima.
– Y lo último pero lo más importante: como padres debemos ofrecer a nuestro hijo todo el apoyo emocional que merecen, hacerles sentir seguros será un pilar básico y necesario.
Diana Córdoba Requena.
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