Cuando utilizamos el lenguaje, lo hacemos con una intención específica. Puede ser para informar sobre algo, convencer a alguien, expresar sentimientos… Esas intenciones se denominan funciones del lenguaje.
El modo en que usamos esas funciones para comunicarnos con otras personas, junto con lo que llamamos comunicación no-verbal (gestos, postura corporal…) y otros aspectos metalingüísticos (como puede ser el tono o intensidad en que modulamos nuestra voz) determina cuál es nuestro estilo comunicativo en las relaciones, y va a regularlas al mismo tiempo.
Nuestro estilo comunicativo en casa puede ser:
- Autoritario: De forma directiva, se indica al ayudado cómo debería comportarse, qué cosas se debería hacer y cómo.
- Paternalista: Se tiende a proteger, favoreciendo regresión y dependencia del niño hacia el adulto.
- Interpretativo: Este tipo de respuesta produce la sensación de haber sido mal entendido y puede provocar desinterés, irritación o resistencia al ver que la experiencia de uno, es leída con criterios distintos de los propios.
- Empático: Trata de mantener una actitud de comprensión (escucha activa + reformulación, de manera que se hace ver al niño que hemos comprendido el mensaje que nos ha hecho llegar).
Nuestro interés, como padres, sería ofrecer a nuestros hijos una comunicación empática, que favorezca la relación abierta y que los mensajes sean comprendidos y reporten calma, seguridad y confianza. Además, cuando nos encontramos con que el niño presenta ciertas dificultades en el lenguaje, es muy importante que cuidemos estos aspectos para acompañarle y ayudarle a mejorar este ámbito y así que pierda el miedo a comunicar.
Algunas pautas interesantes podrían ser:
- Evitar conductas de sobreprotección o de rechazo y ayudarle a desarrollar autonomía personal.
- Verbalizar no sólo órdenes sino también sentimientos, sensaciones y experiencias.
- Ayudar con nuestro lenguaje haciéndolo más simple al pronunciar correctamente sin exagerar o gritar.
- No usar estrategias del tipo “hasta que no me lo digas no te lo doy”.
- Eliminar correcciones del tipo “eso no es así” en su lugar repetir la frase o palabra de forma correcta.
- Utilizar gestos naturales y objetos concretos para facilitar la comprensión.
- No responder por él.
- Adoptar una actitud positiva alentándole en sus progresos.
Una comunicación empática y un lenguaje cuidado, presenta un paso importante y complementario hacia una educación en positivo con los hijos. Para ello, cabe tener presente:
- Evitar reproches. Usar críticas constructivas.
- Reconocer los logros, para favorecer su autoestima.
- Hablar claro y también escuchar.
- Dedicarles un espacio al día.
- Hacerles sentir amor y afecto, con nuestra cercanía.
Dejar una respuesta